Aquí va el prólogo de la novela que escribo. La verdad es que la hago en momentos de aburrimiento, y ni en esos momentos me pongo siempre... así que si la estas leyendo joven cazador de talentos, contacta conmigo y sacame de mi agujero de miseria T_T (Por cierto, la novela está ambientada en el juego de rol
Anima Beyond Fantasy).
PRÓLOGO
El día empezaba nublado, aunque hacía ya varios meses que estaba en Moth, Vicent no se acababa de acostumbrar al tiempo de esta región, demasiado húmedo para sus huesos pensaba. Encogió los hombros suspirando a la par que caminaba de un lado a otro tal como estipulaba la ronda. Más de una vez se preguntaba que es lo que tenía de especial este lugar para enviar un grupo de historiadores y arqueólogos a casi los confines de los territorios imperiales, si es que aún se consideraba a Moth parte del Imperio eso era la pregunta clave para él. No le importaba estar de patrulla en Kanon cerca de la frontera con la Alianza Azur, o estar en las naciones del Norte, Dalaborn o Alberia donde el peligro con las tribus era constante, pero aquí era diferente, sentía como si cientos de ojos invisibles le observasen cada minuto de su vida y él no pudiera verlos, era una incomodidad total y absoluta lo que le hacía perder en más de una ocasión la concentración y con eso ganaba una reprimenda de su capitán, simplemente esperaba que encontrasen algo pronto los historiadores y arqueólogos y volver pronto a su amada Abel, lejos de las supersticiones locales.
Un grito de victoria le saco de su monotonía, provenía de la profunda cueva que estaba cerca de la famosa Cueva de los Murmullos. Un arqueólogo, un hombre de mediana edad algo encorvado y con signos ya de la calvicie masculina salió corriendo como si hubiera visto el mayor de los tesoros. Chapurreo algunas palabras incomprensibles debido al jadeo de la carrera, el capitán le pidió sosiego y que hablase con claridad.
-¡¡R-rápido venid, hemos encontrado algo asombroso… e-el mayor descubrimiento de la historia!!
El capitán miro con incredulidad al arqueólogo, para ellos todo era el descubrimiento del siglo, incluso un trozo de cerámica tenía un valor incalculable, gente loca y extraña pensaba Vicent.
Bajó junto con un nutrido grupo de soldados por la cuesta descendente y resbaladiza de la cueva. Las estalactitas y estalagmitas, diseminadas casi por toda la cueva, hacía aparentar los dientes de una enorme bestia de la mitología que cuanto más bajaban, los estaban engullendo. Finalmente y tras varios metros de bajada vió, iluminado por diversas antorchas, el campamento de los científicos: libros, cajas, plumas para escribir, objetos que jamás había visto pero que debían ser normales en las investigaciones… y lo que le llamó realmente la atención y debió ser lo que decía el arqueólogo era la enorme puerta que se alzaba a varios metros delante suya.
Empotrada en la pared, de un metal oscuro que reflectaba la luz de las antorchas, por el poco conocimiento arquitectónico que tenía Vicent, no se veía bisagras o algún tipo de resorte implantando entre la roca de la cueva y la puerta, con esto hacía aparentar que estaba fusionada a la roca misma, como si la hubieran tallado y luego recubierto de ese metal negro donde se veían crípticas y extrañas letras, seguro, de alguna antigua civilización humana ahora extinta.
Vicent la observo absorto como si ejerciese sobre él una extraña influencia hipnótica, salió de ella cuando sintió la mano de su capitán posarse sobre su hombro, zarandeo algo la cabeza, levemente, y le siguió echando de vez en cuando alguna que otra mirada a la extraña puerta.
Un hombre entrado ya en la ancianidad, su pelo cano y su larga barba lo demostraban, estaba mirando varios papeles e inscripciones de dibujos similares a la puerta, el sonido ronco de la tos forzada del capitán fue lo que le saco de su trance intelectual y mirase alzando unas lentes algo desgastadas por el tiempo.
-¿El capitán Andriue? – pregunto con una pregunta retórica que no necesito respuesta alguna.
El anciano se levantó apoyándose en un bastón y con su mano temblorosa y débil les hizo señas de que le siguiesen, a lo cual todos hicieron. Vicent vió a varios científicos estudiar no solamente la puerta, sino todo lo que había a su alrededor, aunque no le gustasen mucho había realmente algunas científicas que merecían la pena, tal vez al finalizar la misión podría quedar con alguna de ser de Arkángel.
El anciano les llevo ante la puerta, que ahora se mostraba como una mole gigante de metal negro, no le parecía tan grande antes pensaba Vicent cuando la vió al entrar dentro, ahora que se fijaba la enorme cavidad donde estaba el campamento de los arqueólogos era inmensa, no se había parado a percatarse de ello, bien podría entrar aquí varias casa una sobe otra. Cuando se fijo ahora en los símbolos tallados se percató de que algunos simbolizaban casi a la perfección, el paso del tiempo y del agua había dañado levemente la cobertura metálica, figuras humanas que luchaban encarnizadamente contra seres sobrenaturales por lo que veía, monstruos, dragones, algo similar a humanos pero con alas y colas… e inundando casi toda la puerta estaban, también talladas, una serie de símbolos levemente curvados que a veces se cruzaban formando muy levemente letras del latín, tal vez fuese un lenguaje previo de hace más años. El anciano se acerco y poso una mano en la puerta, la hizo pasar por varias de esas figuras y letras como si pudiera leerlas con un solo toque de sus dedos. Vicent volvió a sentir esa atracción hipnótica de la puerta, esta vez con más fuerza y vigor, no entendía que pasaba, pero era como si la puerta lo… llamase.
-Esta puerta es un descubrimiento asombroso capitán, mire – señalaba las figuras – representan humanos y estas a seres de las leyendas.
-Para mi solo son figuras nada más ¿era esto el descubrimiento del siglo, Profesor Alexander? – alzo una ceja con un tono sarcástico formulando una sonrisa.
-Claro, lo olvidaba, los soldados solo tienen una visión estrecha y cerrada de las cosas que ven delante suya– reprochó con algo de dureza a la pregunta del capitán y tosiendo tomo algo de aire –esta puerta que hemos encontrado data de cientos de años anterior al nacimiento de nuestro señor Cristo, ¿ve esta escritura? Es un latín rudo, antiguo y sencillo.
-¿Se refiere a que el latín de hoy en día pudo derivar de… esto?– pregunto señalando a la puerta con una cara de incredulidad ante la teoría del profesor.
-Oh veo que el capitán ha estudiado algo.
- Bueno si, antes de ser capitán del ejército estudie unos años en Ilmora. Pero volviendo a lo que nos concierne ¿A dónde quiere llegar con eso?
-Bueno, solamente es especulación claro, nada es totalmente fiable ahora y más tras descubrirlos recientemente– decía a la par que se mecía la barba con los ojos cerrados y meditativo. Rondo unos segundos de un lado a otro hasta que abrió de nuevo los ojos de un solo golpe y miro la puerta –creemos que, por las traducciones hechas hasta ahora, dentro de esta puerta se oculta algo, algo que debieron encerrar hace antaño– la mirada del profesor se torno en una mueca de preocupación e intriga, como si oliera que tras esa puerta se escondía algo… algo tenebroso y fuerte.
-Bien, era eso a lo que veníamos, siga con las investigaciones e infórmeme de cualquier hallazgo relevante.
El profesor asintió sin apartar los ojos de la puerta.
El capitán se volteo y partió con los soldados de nuevo a la superficie. Vicent le seguía pero el lazo de unión entre él y la puerta no se había roto a pesar de que no la estaba mirando, sentía una sensación mezcla entre el desasosiego y la tranquilidad, entre lo temeroso y lo familiar… a pesar de saber que seguramente se debía al calor, lo que no se debía a ello era una voz que replicaba en su cabeza una vez y otra. La voz repetía su nombre “Vicent, Vicent…Vicent” con una voz profunda y algo aguda y acababa con la frase que atormentaría a Vicent toda su vida “despiértame… despiértame”. Vicent no entendía nada pero no era la hora… la pesadilla que sería su vida todavía no había empezado.